El Síndrome de apnea obstructiva del sueño (SAOS) se caracteriza por una oclusión intermitente y repetitiva de la vía aérea superior que limita el paso del aire hacia los pulmones durante el sueño. Las consecuencias directas de estos episodios son el descenso repetitivo en la saturación de oxígeno de la sangre y los despertares transitorios y recurrentes del sueño causados por el aumento de esfuerzo respiratorio, lo que provoca un sueño fragmentado y no reparador.
La apnea de sueño afecta tanto a hombres como a mujeres. Su prevalencia en la edad adulta se encuentra alrededor del 8% de los hombres y del 5% de las mujeres, sin embargo, ha existido una mayor tendencia a asociar esta patología a los hombres. Sabemos que la prevalencia de la apnea de sueño aumenta con la edad y que el riesgo de desarrollar SAOS está estrechamente relacionado con la obesidad y el género masculino. En las mujeres se presenta principalmente en la post menopausia. En mayores de 65 años la prevalencia puede llegar al 26% en hombres y 21% en mujeres.
En nuestro país 7 millones de personas podrían padecer SAOS y sólo el 20% están diagnosticadas.
¿Cuál es la causa de la apnea de sueño?
La causa del SAOS es multifactorial. Están involucrados factores anatómicos (obesidad, hipertrofia cornetes, desviación tabique nasal, hipertrofia de adenoides, etc.) y factores fisiológicos como el tono muscular. Estos factores se ven agravados por circunstancias socio ambientales como las alergias o consumo de alcohol o tabaco.
¿Cuáles son los principales síntomas de la apnea de sueño?
Los síntomas nocturnos principales son los ronquidos y las apneas o pausas respiratorias, sudoración nocturna, insomnio o nicturia. El síntoma diurno más habitual es la somnolencia excesiva, sueño no reparador, fatiga, cefaleas matutinas, irritabilidad, y pueden asociarse disminución de memoria y rendimiento, irritabilidad, apatía, depresión, problemas para concentrarse, pérdida de memoria e impotencia.
Consecuencias de la apnea de sueño
El SAOS tiene graves impli- caciones en el metabolismo, la obesidad, resistencia a la insulina, diabetes, dislipidemia y síndrome metabólico. Además, es uno de los principales factores de riesgo para la enfermedad cardiovascular, aumentando el riesgo de infarto de miocardio y para la enfermedad cerebrovascular, aumentado el riesgo de presentar un ictus.
Las arritmias cardiacas son cuatro veces más frecuentes en pacientes con apnea de sueño y la presencia de apneas repetidas facilita la aparición de episodios de fibrilación auricular, con el consiguiente incremento del riesgo de ictus. La apnea es un importante factor para desarrollar hipertensión arterial (HTA) y el 80% de las personas con HTA son proclives a padecer apnea de sueño. Así mismo, sabemos que la apnea de sueño aumenta en un 85% el riesgo de desarrollar deterioro cognitivo y demencia.
¿Cómo podemos detectar y diagnosticar las apneas?
Si roncamos, tenemos excesiva somnolencia diurna, sueño no reparador, nos levantamos cansados, con cambios de humor o con problemas de concentración debemos pensar que podemos tener apnea del sueño y debemos acudir a una unidad de sueño, donde se realiza una historia clínica detallada y una exploración física. La prueba diagnóstica de referencia para la detección de las apneas es la polisomnografía nocturna (PSG) que se realiza en las unidades de sueño. El diagnóstico es importantísimo para valorar su presencia, gravedad y para evitar las graves repercusiones que tiene sobre la salud.
El tratamiento de las apneas puede abarcar medidas generales de prevención y abordaje del trastorno, tratamiento con la técnica de presión positiva continua en vía aérea superior (CPAP), con dispositivos de avance mandibular (DAM) o cirugía, dependiendo de cada paciente. El tratamiento reduce el riesgo de ictus y de problemas cardiovasculares, reduce las complicaciones metabólicas y disminuye el riesgo de deterioro cognitivo.