Según un reciente artículo de Phychiatric Times, la neuromodulación es un tratamiento clave en una lesión cerebral adquirida (LCA).
Una lesión cerebral adquirida (LCA), según la definición de la Asociación Americana de Lesiones Cerebrales, es una lesión cerebral que no es congénita, hereditaria, degenerativa ni causada por un traumatismo al nacer. La lesión cerebral no traumática, en cambio, está causada por una enfermedad o dolencia que afecta al cerebro y a su función. Los datos nacionales de vigilancia indican que cada año se producen aproximadamente 3 millones de nuevos casos de LCA en Estados Unidos, la mayoría por lesiones cerebrales traumáticas y accidentes cerebrovasculares.
La LCA puede provocar cambios múltiples y complejos en varios ámbitos y puede aumentar el riesgo de desarrollar comorbilidades debilitantes y la carga de morbilidad a largo plazo.
Un número considerable de personas con LCA necesitan rehabilitación intensiva para recuperarse. Los programas de neurorrehabilitación influyen en el cambio funcional fomentando la plasticidad mediante la neuroestimulación basada en la actividad. Los circuitos neuronales se modifican con la experiencia y el aprendizaje. La investigación ha demostrado que el aprendizaje dependiente de la experiencia puede cambiar la circuidad neuronal en múltiples niveles del sistema nervioso central, incluidas las sinapsis, los mapas corticales y las redes neuronales más amplias.
Algunos tratamientos para las consecuencias de la LCA -en particular el tratamiento farmacológico para los trastornos del estado de ánimo, la disfunción cognitiva y los trastornos motores/del movimiento- pueden causar efectos adversos. La estimulación cerebral no invasiva, en cambio, ha demostrado ser un tratamiento seguro y eficaz tras la LCA, ya que permite un mayor control de la neuromodulación con efectos adversos mínimos.
Dos métodos de estimulación cerebral no invasiva, la estimulación transcraneal de corriente directa (tDCS) y la estimulación magnética transcraneal repetitiva (rTMS), se han utilizado para tratar trastornos del estado de ánimo, déficits cognitivos y trastornos motores tras una LCT y un ictus:
- EMTr
La EMTr es una herramienta neuromoduladora utilizada para regular la actividad neuronal mediante el uso de campos magnéticos que se alternan rápidamente. Un pulso magnético atraviesa el cráneo e induce actividad en una región cortical específica (es decir, focal). Los pulsos pueden administrarse repetidamente para producir cambios a largo plazo en la actividad neuronal.
Hummel y sus colegas observaron un desequilibrio interhemisférico en pacientes con lesión cerebral y la estimulación cerebral no invasiva puede reducir el desequilibrio. La EMTr ha demostrado ser segura y los riesgos de efectos adversos son bajos cuando se siguen las pautas establecidas. Los efectos adversos habituales de la EMTr incluyen dolor de cabeza e irritación leve del cuero cabelludo tras el tratamiento, pero suelen ser transitorios. Aunque raramente se ha descrito en la literatura, existe un mayor riesgo de actividad convulsiva en individuos con lesiones cerebrales, lo que requiere una monitorización o gestión adicional a través de criterios estrictos para la inclusión en el tratamiento.
- tDCS
La tDCS es otra herramienta neuromoduladora no invasiva que utiliza corriente continua de baja amplitud, normalmente de 1 a 2 miliamperios, para alterar la excitabilidad cortical. La tDCS regula la excitabilidad cortical alterando los potenciales de membrana neuronales en reposo, aumentando o reduciendo la excitabilidad cortical. Se colocan electrodos anódicos y catódicos sobre la cabeza.
Al igual que la EMTr, la administración de tDCS es segura y eficaz. Los efectos adversos, como fatiga moderada, dolor de cabeza leve, náuseas y picor en la zona de estimulación, son infrecuentes y transitorios. Según Nitsche y sus colegas, el riesgo de convulsiones es esencialmente nulo en individuos sin antecedentes de epilepsia.
¿Cómo ayudan en la rehabilitación?
Las técnicas neuromodulares como la EMTr y la TDCS pueden administrarse como monoterapia, pero pueden producir mejores resultados clínicos cuando se combinan con otras intervenciones terapéuticas, como la rehabilitación cognitiva, la fisioterapia y la psicoterapia.
Zaninotto y sus colegas revisaron la bibliografía sobre los efectos de la tDCS en la recuperación tras una LCT. Aunque los resultados fueron variados, los autores informaron de que en la mayoría de los estudios, la tDCS mejoró la capacidad de respuesta en pacientes con trastornos de la conciencia; mejoró la función cognitiva, en particular cuando la tDCS se emparejó con la rehabilitación cognitiva; y mejoró la recuperación motora cuando se emparejó con la fisioterapia.
Lee y Kim investigaron el uso de EMTr de baja frecuencia para tratar la depresión y los déficits cognitivos en pacientes con LCT utilizando un diseño aleatorizado y controlado. Los participantes fueron asignados aleatoriamente a un grupo experimental o de control. Las mediciones de los síntomas depresivos y la función cognitiva se administraron antes de cualquier intervención de EMTr y de nuevo después de las 10 sesiones de EMTr.
Todos los participantes recibieron terapia de neurodesarrollo (NDT) para el fortalecimiento muscular y la reeducación del movimiento. Tras las sesiones de NDT, los participantes del grupo experimental recibieron estimulación de baja frecuencia aplicada al córtex prefrontal dorsolateral derecho una vez al día, 5 veces por semana durante 2 semanas, excluyendo los fines de semana.
Los participantes del grupo de control recibieron EMTr “simulada”; se colocó a los participantes en la silla del estimulador y se colocó la bobina sobre el córtex prefrontal dorsolateral derecho, pero no se administró ningún pulso magnético. En comparación con los controles, los participantes del grupo experimental mostraron una mejora de los síntomas depresivos (Escala de Calificación de la Depresión de Montgomery-Asberg) y del rendimiento cognitivo (Prueba de Trazado de Rutas y Prueba de Colores y Palabras de Stroop).
La EMTr también se ha utilizado para tratar los déficits lingüísticos (mejoras en la precisión de los nombres y la repetición de palabras), la negligencia visoespacial (mejoras en la bisección de líneas y el dibujo de relojes) y el funcionamiento ejecutivo en personas con traumatismo craneoencefálico o apoplejía.